La Cultura desde mis ojos. Gestión cultural. Conversaciones sobre música y arte. Otras músicas existen. Para almas inquietas que conocer música distinta a la de los canales habituales les conmueve.
Actualización de cada uno de los post dedicados a "Conversaciones con el Blues", programa que realicé en la temporada 2014 - 2015 para DO FA RADIO del Departamento de Musicología de la Universidad Complutense de Madrid a modo de monográficos dedicados a los grandes pianistas del Blues y otros estilos generados a principios del Siglo XX.
Este programa de
"Conversaciones con el Blues" estaba dedicado a uno
de los estilos más importantes surgidos a finales del siglo XIX y principios del XX. Sin catalogarse como blues, su aparición
fue tremendamente importante consiguiendo la categoría de género musical con
identidad propia: el RAGTIME asociado fundamentalmente al Piano… y por supuesto
si hablamos del ragtime el programa estaba íntegramente dedicado al más
importante compositor de ragtime clásico, Scott Joplin que nacía un 24 de
noviembre de 1868.
Escucharemos diversos rags
compuestos por Joplin de la mano de grandes pianistas estudiosos de su obra:
Claude Bolling, Richard Zimmerman y Joshua Rifkin que sí han sabido respetar la
forma de ver que Joplin tenía de sus propias obras sobre todo cuando indicaba -
algo molesto- que el ragtime tiene que interpretarse con un tempo más lento de
lo que en ocasiones hemos oído. Así, nos deleitaremos con temas tan famosos
como The Entertainer, pero famoso por la película El Golpe y que todo el
público reconoce pero no siempre asocia al gran compositor. Y otras obras más
íntimas como Solace (A Mexican Serenade), o el complicado Maple Leaf Rag que
sentó cátedra entre pianistas o el amable Weeping Willow que servidor os ofrece
en el siguiente video grabado esta misma semana. Os espero en Conversaciones
con el Blues!
Actualización de cada uno de los post dedicados a "Conversaciones con el Blues", programa que realicé en la temporada 2014 - 2015 para DO FA RADIO del Departamento de Musicología de la Universidad Complutense de Madrid a modo de monográficos dedicados a los grandes pianistas del Blues y otros estilos generados a principios del Siglo XX.
Este programa de
"Conversaciones con el Blues" estaba dedicado a uno
de los estilos más importantes surgidos a finales del siglo XIX y principios del XX. Sin catalogarse como blues, su aparición
fue tremendamente importante consiguiendo la categoría de género musical con
identidad propia: el RAGTIME asociado fundamentalmente al Piano… y por supuesto
si hablamos del ragtime el programa estaba íntegramente dedicado al más
importante compositor de ragtime clásico, Scott Joplin que nacía un 24 de
noviembre de 1868.
Escucharemos diversos rags
compuestos por Joplin de la mano de grandes pianistas estudiosos de su obra:
Claude Bolling, Richard Zimmerman y Joshua Rifkin que sí han sabido respetar la
forma de ver que Joplin tenía de sus propias obras sobre todo cuando indicaba -
algo molesto- que el ragtime tiene que interpretarse con un tempo más lento de
lo que en ocasiones hemos oído. Así, nos deleitaremos con temas tan famosos
como The Entertainer, pero famoso por la película El Golpe y que todo el
público reconoce pero no siempre asocia al gran compositor. Y otras obras más
íntimas como Solace (A Mexican Serenade), o el complicado Maple Leaf Rag que
sentó cátedra entre pianistas o el amable Weeping Willow que servidor os ofrece
en el siguiente video grabado esta misma semana. Os espero en Conversaciones
con el Blues!
Reemisión: sábado a las 5:00 h y domingo a las 22:00 h
Hoy en Conversaciones con el Blues volvemos a viajar en el tiempo
para deleitarnos con otro de los grandes pianistas pionero en el llamado Stride
Piano surgido básicamente en Harlem. James Price Johnson también conocido como
Jimmy Johnson nació en 1894 en una localidad de New Jersey muy cerca del New
York cosmopolita que vivía el esplendor, desde la Belle Epoque a los llamados locos años 20 teniendo precisamente uno
de sus grandes éxitos – que curiosamente nunca llegó a grabar – con el tema
insignia que reflejaba esa época, el famoso Charleston del que sí escucharemos una recreación a través de una
pianola, un instrumento tan importante en la época como lo sería a posterior la
radio. Así, en ese New York pero quizás más en los bajos fondos, se
experimentaban grandes vivencias musicales a través de sus clubs y cabarets que
influyeron al joven Johnson y en los que en una temprana edad ya comenzó a
tocar.
En poco tiempo se convirtió en uno
de esos pianistas – como Jelly Roll Morton -
que hicieron de puente entre el ragtime – algo rígido en la
interpretación – y el jazz con una mayor libertad y con la improvisación como
bandera de la expresión pianística y se convertiría en modelo de pianistas como
Count Basie, Duke Ellington, Art Tatum o Fats Waller, manteniéndose como uno de
los principales pianistas y compositores hasta bien entrada la década de 1930.
Ganas tenía de oír en directo al que en los últimos años ha sorprendido en la escena jazzística, Jamie Cullum. Y no me sorprendió, pero sí. No me sorprendió porque si visionamos cualquier vídeo de sus directos es exactamente lo que ofrece cuando asistes a un concierto suyo: no sólo música, sino espectáculo, show, carisma que se desprende en el escenario su personal forma de actuar, con mucha naturalidad y con sus destrezas pianísticas (incluidos algunos malabares pues no faltó como su subida al piano) y su voz, peculiar pero con carácter y sentimiento.
Pienso que Jamie Cullum sorprendió con algo hoy difícil de ver: naturalidad y cercanía y un gusto exquisito y al tiempo enérgico a la hora de afrontar versiones de todos los estilos y géneros. Ese es otro gran valor de este joven pianista y cantante: lograr canalizar estilos que en apariencia son divergentes y hacérselos totalmente suyos.
Con una potente sección de vientos (memorable el duelo entre trombonistas), una base rítmica contundente y Jamie en el escenario la cosa rodó fácilmente, intercalando temas dispares en el tempo pero que no hacía decaer el concierto de casi dos horas. Y es que en los tempos lentos Cullum conecta enseguida sin impostar sentimientos.
No importa que no pueda detallar el set list del concierto de ayer pues el propio peso de los temas, su ejecución y el desplegarse cómodamente por el jazz, el pop, el blues, soul y funky es dificil encontrarlo en un concierto. Y Jamie Cullum es algo que puede hacer cómodamente.
Se ha dicho que recoge el testigo de Harry Connick Jr. (al que también ví en el mismo lugar, Circo Price, hace unos años) y para mí es así... Connick Jr. se nos ha despistado y de hacer estupendos discos de jazz y funky se ha ido por otros terrenos excesivamente melancólicos y con una producción neutra. Así que no tengo más que doblegarme al buen hacer de Jamie Cullum.
El pasado jueves 9 de octubre dediqué el programa de "Conversaciones con el Blues" a Skip James, uno de esos Bluesman que si no se sumerge uno en el mundo auténtico del blues puede llegar a pasar desapercibido, pues como otros muchos (Charlie Patton, Son House, por nombrar algunos) no estaban inscritos en el blues más popular o mediático pero que siendo pioneros de un género tan extenso como el blues fueron esenciales al desplegar un estilo propio.Skip James además de bluesman que se manejaba con la guitarra también era pianista y con ambos instrumentos desarrolló de forma casi intuitiva su propia técnica y estilo.Pero antes Skip
James tocó muchos palos no musicales en sus labores, desde contrabandista,
jugador, proxeneta, obrero, aparcero o en la recogida del algodón, pero al
mismo tiempo estaba dotado de la destreza musical en la guitarra y el piano.
Pero realmente a Skip o “Skippy” como le llamaban algunos amigos, no le
interesaba ganar dinero con la música…. Sus anteriores quehaceres le reportaban
más dinero que el negocio musical… y quizás fuera su orgullo el que le
hiciera entrar en la tienda de Farish Street de H.C Speir, en Jackson
(Misisipi). Speir era conocido como ‘El Padrino del Delta’, un hombre
visionario que grababa demos para grandes sellos y que había descubierto a
otros músicos como Charlie Patton, Son House o Robert Johnson. James entró en la tienda y tocó “Devil Got my
Woman” (“Prefiero ser el diablo que ser el hombre de una mujer”, dicen los primeros
versos de la canción) y sorprendió a Speir, firmando con Paramount Records y se
marchó a Wisconsin para grabar su primer disco. Entre enero y febrero de 1931, Skip
James grabó dos sesiones, una de guitarra y otra al piano. Cobró cuarenta
dólares y se volvió a casa sin saber que aquellas dos sesiones, como las de
Robert Johnson, pasarían a formar parte de la historia del blues.
Una de las
singularidades musicales de James era su voz, un registro mucho mayor del que se suele
oír en el blues tradicional con un falsete que se alzaba de las notas del
piano. Y desde luego, en la parte que destaco en el programa de "Conversaciones con el Blues" es el estilo pianístico de Skip James. James muestra el deseo de purgar al teclado del romanticismo heredado de Europa
y crear un estilo de contornos más marcados, con un acompañamiento del piano
menos denso…cumpliendo el dicho de “menos es más” y en muchos temas los golpes de pie de James
se escuchan casi tanto como el piano. El resultado es algo áspero pero
novedoso abriendo nuevos caminos en el panorama pianístico del blues, con un ritmo casi orgánico y un aire peculiar a través de los silencios
que anticipaba la manera de tocar de Thelonius Monk quien precisamente decía:
las notas más importantes no son las que uno toca, sino las que deja de tocar.
Una gran lección musical. El próximo programa del jueves 16 dedicado a la cantante de blues, pianista y mecenas de músicos Victoria Spivey. En DO FA RADIO
Conversaciones con el Bluesse emite losJueves a las 05:00 h y a las 22:00h
Reemisión: sábado a las 5:00 h y domingo a las 22:00 h.
Este próximo jueves el programa de radio de realizo para DO FA RADIO, "Conversaciones con el Blues", lo dedicaré a Ray Charles. Nació un 23 de septiembre de 1930 en Albany, Georgia, aunque se crió en Florida.Ya durante su trayectoria se le calificó de genio y si una de las
acepciones de “genio” es la de “´persona de extraordinario talento,
perfeccionador del arte a que se dedica, creador de grandes pensamientos y de
conocimientos nuevos", Ray Charles es merecedor de ello.
Nuestros protagonistas de programas anteriores, sobre todo esos pioneros
del Boogie Woogie y Blues Piano como Meade “Lux” Lewis y Albert Ammons, no son
desmerecedores del calificativo de genios en su quehacer pianístico, pero tanto
la época – con sólo una diferencia de 20 años con Ray Charles- como los circunstancias de la industria
musical eran diferentes y Ray Charles es de esos artistas que consiguieron a
través de su personalidad condensar las influencias musicales de su tiempo con
un estilo propio.
Esas influencias sobre su
música fueron principalmente el blues y el jazz, y artistas nacionales de la
época, tales como Nat King Cole, Louis Jordan, Charles Brown y Louis Armstrong.
Su forma de tocar el piano refleja influencias de country blues, barrelhouse y stride
piano. El propio Ray Charles lo explicaba diciendo que “Lo que hace que mi enfoque especial es que hago cosas diferentes. Hago
jazz, blues, música country y así sucesivamente. Hago de todo, como un buen
hombre de utilidad”.
Sonarán entre otros temas Mess around, Confession Blues, A Bit of Soul, Mr. Charles Blues...
Conversaciones con el Bluesse emite losJueves a las 05:00 h y a las 22:00h
Reemisión: sábado a las 5:00 h y domingo a las 22:00 h.
Un 27 de agosto de 1967, hace 47 años moría Brian Epstein. Si mencionamos el nombre de Brian Epstein enseguida nos viene la imagen del “manager de los Beatles”. Siempre conocido como tal aunque escasamente reconocido, se nos presenta como un personaje enigmático y misterioso, apreciaciones derivadas de su propio celo personal y su propio carácter. Siempre entre bambalinas, pero siempre presente y con el orgullo dibujado en su cara de ser la persona que “descubrió” a estos cuatro muchachos que se hacían llamar The Beatles, Brian Epstein fue una de las piezas clave del engranaje para que el grupo funcionara y se mantuviera unido, pues esa entidad musical, cultural, social y empresarial tuvo en su desarrollo la participación de muchas personas que, a parte del núcleo central (The Beatles como grupo en sí, a la cabeza John Lennon y Paul McCartney), tuvieron su papel principal. ¿Podríamos imaginar a un productor distinto a George Martín? ¿Que hubiera pasado si Brian Epstein no hubiera tenido la curiosidad de conocer la música de The Beatles, cuando en realidad estaba tan lejana a su educación musical y su ambiente? Sin embargo la historia la conocemos y en el punto de inflexión que marca un antes y un después en los inicios profesionales de The Beatles la aparición de Brian Epstein es crucial. Es, quizás, el momento más conocido precisamente cuando fue a escucharlos a The Cavern y sus posteriores gestiones que, con fe ciega, buscaba el reconocimiento a la música de esos 4 chavales. Cuando todo estalla, cuando se consiguen los primeros puestos de las listas de éxito y se dispara la “beatlemanía”, el manager queda en un discreto segundo plano, un puesto que parece ser gustaba a Brian Epstein, dedicándose a mantener el imperio “beatle” y diseñar – no artísticamente – la trayectoria de sus “protegidos”. Esta es la etapa de la que no se ha profundizado demasiado, bien porque en realidad no llega a interesar tanto al público en general, obviamente más interesado en lo que podríamos llamar el “producto final”, esto es, los discos y los conciertos que daban en aquella época, o bien eclipsada por los personajes centrales, The Beatles en su esencia.
Esto suele pasar en toda trayectoria musical y artística, es algo casi natural, pero en honor al trabajo de muchos, en ocasiones es obligado destacar y sacar a la luz ese trabajo que siempre sucede en cuatro paredes de una oficina o en la mente de un emprendedor que confía en el artista. Claro que podemos matizar muchas actitudes, muchos oportunismos y aprovechamientos por parte de la figura del manager en general y que lamentablemente ha pesado más en la opinión publica esa negativa faceta que la contraria: ¿que hubiera pasado si Brian Epstein, John H. Hammond y otros olfateadores de talentos no hubieran puesto su empeño y desarrollado una labor sin más herramientas que su propia intuición?
El libro de Debbie Geller (1952-2007), productora y escritora que desarrolló su campo de investigación en la cultura popular, fue editado en el año 2000 y está basado en el documental The Brian Epstein Story retransmitido por la BBC2 en 1999 y de buena manera destaca esa faceta del Brian Epstein emprendedor ya consolidada en su propia personalidad. Podemos tomarlo como un claro homenaje a la labor de Epstein con los Beatles pero también es un tributo a su persona a través de testimonios cotidianos de sus allegados que a pesar del celo personal que mantenía Brian respecto a su vida y perteneciendo a un mundo diferente al que sostenía en sus responsabilidades, logramos acercarnos algo más al personaje, a su manera de hacer las cosas – “un manager afable, cortés, que hablaba con corrección y completamente ajeno al mundo del espectáculo”(Pág. 15).
Escrito a través de declaraciones de su entorno más cercano, profesional y personal y de forma cronológica y temática cuenta el libro con un reparto destacable de “actores” como Paul McCartney, George Martin, Marianne Faithull, Gerry Marsden o Peter Brown, quienes realizan sus impresiones sobre Brian a través de diversas entrevistas. El libro de Geller recoge también extractos de su diario personal y del libro autobiográfico “A Cellarful of Noise” (“Un sótano lleno de música”) en el que Brian rinde cuentas de su vida y publicado en 1964. Comenzando por sus orígenes e infancia como la mayoría de biografías, la naturaleza de la forma de narrativa – esto es, como un reparto teatral en el que los personajes entrevistados van hablando sobre Brian – le confiere una cierta ligereza en la lectura. En dos capítulos se repasa la infancia y adolescencia de Brian Epstein, en los que destacaría como se insiste en la faceta artística de Brian Epstein como actor de teatro, lo que le otorga un mínimo de conocimiento escénico que aplicaría posteriormente a The Beatles, como la reverencia final, los trajes, etc. Tras estos capítulos que nos descubre la formación del carácter de Epstein, con sus frustraciones estudiantiles y artísticas que posteriormente cubrió de sobra con el imperio Beatle, llegamos a uno de los capítulos más importantes de su propia vida y de la de la música del siglo XX, el momento en que – bien sea por olfato empresarial o bien por curiosidad – decide hacer una visita a The Cavern para escuchar a esos chicos que se hacían llamar los Beatles y que tanto ruido estaban haciendo por Liverpool. A destacar en este capítulo titulado “Love me do” las declaraciones de Alistair Taylor, primer asistente personal de Epstein en la tienda familiar de Liverpool, quien desmiente parte de la leyenda que con nombre propio (Raymond Jones) entró en la tienda de Brian pidiendo el “My Bonnie” de los Beatles. Verdad o mentira, sí que afirma la popularidad ya adquirida por el grupo en Liverpool en aquellos tiempos.
El capítulo también reporta documentación que no se queda en una mera anécdota si a la historia nos atenemos, como puede ser la reproducción de la carta que dirige Brian Epstein a la compañía discográfica EMI donde insiste en el gran valor musical de sus muchachos e incluso “amenaza” que sus chicos van a hacer una prueba con la competencia Decca. Digo que no se queda en una mera anécdota pues en esta carta podemos ver lo emprendedor y constante que era Brian a la hora de conseguir el reconocimiento de un producto que consideraba muy valioso. Otro tanto podemos mencionar respecto al primer contrato firmado por The Beatles con su nuevo manager, el cúal curiosamente no firmó.
A partir de aquí ya conocemos la historia y a partir del arranque del fenómeno de la beatlemanía se pone de relieve en el libro como Brian Epstein la gestionó teniendo un desconocimiento inicial del mundo del espectáculo pero sabiendo aplicar una minuciosa metodología en el nuevo imperio que se está creando (que no se ceñía únicamente a The Beatles sino que abarcaba numerosos grupos del llamado Mersey beat y pienso que es la parte más interesante del libro, con entrevistas sobre lo que significa para él el mundo del espectáculo y el negocio musical. En sus respuestas podemos conocer un Brian Epstein con una personalidad muy determinada en lo que se refiere a los negocios y con unos principios muy bien asentados que lo distinguen de cualquier otro manager del mundo del espectáculo. Nos encontramos con un Epstein afable pero negociador en un momento cumbre en el que seguramente no llegó a imaginar un pistoletazo de salida tan inmenso como el que fue la fama de “sus chicos” como el solía referirse al grupo. Nos encontramos con un Epstein que, a expensas de la situación, da la impresión de tener que improvisar sobre la marcha, tanto en los contratos de marketing - que no llegó a controlar demasiado como muestra el caso de litigio de Seltaeb – como en todo lo concerniente a la organización de giras y la conquista musical de EEUU. Sin embargo, la lectura de este capítulo arroja unas opiniones muy válidas, a mí entender, en lo que respecta a la capacidad de Brian Epstein como manager dadas las críticas recibidas en ocasiones. Sobre todo se insiste en que el negocio musical de la época no era tan ventajoso a la hora de conseguir buenos contratos como en la actualidad (y aún así, hoy día es el artista en ocasiones el menos beneficiado). Y Brian, sin ser del negocio musical y teniendo un producto tan importante como The Beatles, consiguió una serie de logros difíciles de obtener en aquellos tiempos, sobre todo en los comienzos en que el grupo no era aún tan famoso. Ya con un 2º disco consiguió negociar una parte de derechos editoriales de las versiones que hicieron el grupo de los artistas del sello Tamla Motown y el solo hecho de conseguir el mercado americano otorga a Brian Epstein una gran profesionalidad. Y tras el reconocimiento, la ardua tarea de mantener el negocio y el hecho de que The Beatles no fuera un espejismo modal de dos años es algo a considerar, pues examinaba cada uno de los ofrecimientos de giras o conciertos extraordinarios, como fue el caso del macro concierto en aquella época en el Shea Stadium, momento que considero cumbre en la carrera empresarial y donde encontramos detalles de la negociación muy interesantes con Sid Bernstein (el mismo promotor que separados ya los Beatles les ofrecía un único concierto de reencuentro cada año por cifras millonarias y que lamentablemente nunca lo consiguió).
Tras los pasos iniciales en la gestión de uno del grupo más famoso de la historia de la música popular del siglo XX, Debbie Geller acierta a describir la soledad del poderoso empresario dentro de unas necesarias relaciones sociales de la época en los capítulos “El rumor de la ciudad” y “Vidas privadas”, que nos muestran tanto al hombre apasionado por proyectos en los que llegaba a desplegar una cierta ingenuidad, como la ilusión de rodar una película con el torero El Cordobés, o el afrontar la redacción de una temprana biografía que maquilla para evitar el tema de su homosexualidad, dado el hermetismo de la sociedad inglesa de aquella época.
Estos capítulos del libro son la antesala a un cierto ocaso de Brian en lo empresarial en lo que se refiere a The Beatles, pues le resta actividad la decisión del grupo de abandonar las giras y comprobar que “sus chicos” no son ya tan chicos y toman decisiones por su cuenta (como la de la portada del “Sgt. Pepper”), aunque su último gran acierto fuera la gran difusión que logró para “All you need is love. Y finalmente Geller nos lleva a la narración de su fallecimiento, las posibles causas y las diversas reacciones y opiniones de los “actores” del libro.
Considero un libro interesante de leer. Primero por la escasa bibliografía en torno a Brian Epstein; para los seguidores de los Beatles, el libro se introduce en los ahora atractivos “making off”, como se construyó el imperio beatle en lo tocante a la organización y meticulosidad de un hombre pasional y emprendedor, elementos que cualquier aficionado o estudioso del mundo de la música popular puede sacar conclusiones muy válidas y que de forma más particular nos acerca al apasionante mundo del representante artístico, diríamos, casi modélico.
Al carecer de narrativa le confiere un carácter de film para el que fue realizado y quizás uno de los valores que destacaría es precisamente la contradicción de los testimonios, al ser éstos expuestos por personas de su entorno con opiniones a veces demasiado objetivas pero que nos arrojan a la vez una serie de preguntas tipo ¿quien fue en realidad Brian Epstein?.
Tal día como hoy en 1941 muere Jelly Roll Morton, el auto proclamado "inventor del jazz". Comenzó a tocar en el barrio de mala reputación de New Orleans, llamado Storville, en 1902, con tan sólo diecisiete años, y dos años después era ya un pianista itinerante. Recorrió todo el país haciendo parada en St. Louis en 1904, en Chicago, Canadá y Alaska y recalando de nuevo en Chicago en 1922, donde hizo sus primeras grabaciones en 1923. Considerado como uno de los grandes “profesores” del piano en Nueva Orleans tocando el ragtime a la manera que lo hacían las
bandas que marchaban por las calles de Nueva Orleans, diferente del ragtime de
Scott Joplin del Medio Oeste, en Sedalia (donde Joplin iniciaría su
trayectoria), aunque se percibía en ambos los elementos del rag.
Aunque algo engreído por esa auto proclamación bien tenía parte de razón al sintetizar el ragtime con una interpretación más libre que desembocó en el jazz piano y el stride piano a través de recursos folclóricos y tradicionales, rags, stomps, blues...abriendo nuevos caminos a otros grandes pianistas. Una posible recreación ficticia estupenda de su carácter y de los llamados duelos entre pianistas aparece en un fragmento de la gran película "La leyenda del pianista del océano" de Giuseppe Tornatore.
Hace hoy 125 años nació un genio.Una de las acepciones de “genio”
es la de “´persona de extraordinario
talento, perfeccionador del arte a que se dedica, creador de grandes
pensamientos y de conocimientos nuevos”. Conviene – de forma asidua
recomendaría yo – que hiciéramos un acto de acudir y re-descubrir a aquellas
personas que por su arte han sido consideradas genios, pues en ocasiones el
tiempo las encierra en forma de enciclopedia o fuente que pocos consultan o bien
quedan relegadas a una etiqueta constrictiva. Es lo que sucede con el gran Charles Chaplin de quien a menudo se
tiene la imagen de un divertido y famoso cómico cuya imagen proyectada en la
pantalla enseguida identificamos por su bombín, bigote y bastón de junco en su
rol de vagabundo, algo que podría parecer intrascendente pero que detrás de esa
imagen, la del vagabundo Charlot, se reflejan muchos valores y sentimientos del
ser humano: la soledad, la nobleza, la bondad, la libertad interior… todos venidos
de la mano de su creador y que están dotados de inspiración de su propia vida.
Una vida que se inició un 16 de abril de hace 124 años, en 1889, con una dura
infancia sumida en la pobreza pero con un afán de superación que le llevó a
conseguir desde niño todo lo que se propuso; y es ahí donde reside la
asignación de genio: en llegar a trasladar todo lo que su mente imaginó al
toparse con el 7º arte.
Chaplin no sólo fue un ingenioso
cómico que hizo reír a millones de personas. Su talento va más allá, pues desde
sus primerísimos inicios en el incipiente cine, tras sus experiencias en el vaudeville, la pantomima de la época y
el music hall que se hacen presentes
en sus filmes Charles Chaplin toma las riendas de su particular idea de cómo
concebir el cine y se convierte en productor, guionista, actor y en la mayoría
de veces compositor de las bandas sonoras de sus propias películas.
Porque Chaplin
en su multiplicidad de genio, es desde su juventud un gran aficionado a la
música, tocando el violín, el violonchelo, la flauta, el piano y el órgano. Y
ese sentir musical innato, sin formación académica alguna, lo pondrá por
delante incluso de la palabra cuando el cine mudo dejó de ser mudo pero él
continuó obstinado en que lo siguiera siendo. Nunca quiso que su Vagabundo
pronunciara una sola palabra. Y fue consciente de su aislamiento al seguir
apostando por hacer películas mudas (aunque sincronizadas con sonidos) cuando
el cine descubrió el sonido. Y volvió a superar su propio éxito con Luces de Ciudad con música compuesta por
él mismo sobre motivos de La Violetera
de Padilla que escuchó a la cantante, cupletista y actriz española Raquel
Meller en gira norteamericana en 1930.
Curiosamente la primera vez que
se oirá la voz de Chaplin en la pantalla será con la película Tiempos modernos (1936), pero cantando
un cuplé inteligible, mientras que la música de toda la película es
sincronizada por el propio Chaplin.
Chaplin tenía claro el
importante papel que la música tenía en sus películas y en su cine en general.
Tanto que incluso muchos años más tarde se propuso componer la música para sus
antiguos cortometrajes en asociación con el pianista, compositor y arreglista Eric James que conoció en 1956 tras
encargarle la grabación de un tema para su película A King in New York. Cansado de los añadidos musicales que usualmente se realizaban
por manos ajenas y de forma indiscriminada a sus primeros cortometrajes cómicos,
Chaplin invitó a Eric James a su casa de Suiza para transmitirle como músico no
académico la idea musical que quería que transcribiera. El proyecto fue terminado
en 1959 y se tituló The Chaplin Revue,
conteniendo música especialmente compuesta para diversos films como “A Dog’s Life”, “Soldier in Arms”, “The
Pilgrim”, “The Circus”, “The Kid”, “Sunnyside”, “ Pay Day”, “A Day’s Pleasure”.
De esa manera Chaplin se afirmó
en la concepción musical que tenía de su cine, pues rara vez los adaptadores
musicales comprendían lo que necesitaba su arte cuando éstos lo resumían
musicalmente en “música alegre” y el genio insistía en que no debía haber una
competencia entre la música y las escenas. Era necesario que la música fuera un
contrapunto de gracia y encanto para expresar el sentimiento sin el cual una
obra de arte es incompleta. En su autobiografía comenta irónico las ocasiones
en que un músico hablaba académicamente de los intervalos limitados de la
escala cromática y de la escala diatónica y él, simplemente le cortaba con una
observación de profano: “Lo importante es
la melodía; el resto es simple acompañamiento”. Gran observación de genio
que se corrobora en sus grandes melodías.