Artículo publicado en Culturamas
Hace hoy 125 años nació un genio.Una de las acepciones de “genio”
es la de “´persona de extraordinario
talento, perfeccionador del arte a que se dedica, creador de grandes
pensamientos y de conocimientos nuevos”. Conviene – de forma asidua
recomendaría yo – que hiciéramos un acto de acudir y re-descubrir a aquellas
personas que por su arte han sido consideradas genios, pues en ocasiones el
tiempo las encierra en forma de enciclopedia o fuente que pocos consultan o bien
quedan relegadas a una etiqueta constrictiva. Es lo que sucede con el gran Charles Chaplin de quien a menudo se
tiene la imagen de un divertido y famoso cómico cuya imagen proyectada en la
pantalla enseguida identificamos por su bombín, bigote y bastón de junco en su
rol de vagabundo, algo que podría parecer intrascendente pero que detrás de esa
imagen, la del vagabundo Charlot, se reflejan muchos valores y sentimientos del
ser humano: la soledad, la nobleza, la bondad, la libertad interior… todos venidos
de la mano de su creador y que están dotados de inspiración de su propia vida.
Una vida que se inició un 16 de abril de hace 124 años, en 1889, con una dura
infancia sumida en la pobreza pero con un afán de superación que le llevó a
conseguir desde niño todo lo que se propuso; y es ahí donde reside la
asignación de genio: en llegar a trasladar todo lo que su mente imaginó al
toparse con el 7º arte.
Chaplin no sólo fue un ingenioso
cómico que hizo reír a millones de personas. Su talento va más allá, pues desde
sus primerísimos inicios en el incipiente cine, tras sus experiencias en el vaudeville, la pantomima de la época y
el music hall que se hacen presentes
en sus filmes Charles Chaplin toma las riendas de su particular idea de cómo
concebir el cine y se convierte en productor, guionista, actor y en la mayoría
de veces compositor de las bandas sonoras de sus propias películas.
Porque Chaplin
en su multiplicidad de genio, es desde su juventud un gran aficionado a la
música, tocando el violín, el violonchelo, la flauta, el piano y el órgano. Y
ese sentir musical innato, sin formación académica alguna, lo pondrá por
delante incluso de la palabra cuando el cine mudo dejó de ser mudo pero él
continuó obstinado en que lo siguiera siendo. Nunca quiso que su Vagabundo
pronunciara una sola palabra. Y fue consciente de su aislamiento al seguir
apostando por hacer películas mudas (aunque sincronizadas con sonidos) cuando
el cine descubrió el sonido. Y volvió a superar su propio éxito con Luces de Ciudad con música compuesta por
él mismo sobre motivos de La Violetera
de Padilla que escuchó a la cantante, cupletista y actriz española Raquel
Meller en gira norteamericana en 1930.
Curiosamente la primera vez que
se oirá la voz de Chaplin en la pantalla será con la película Tiempos modernos (1936), pero cantando
un cuplé inteligible, mientras que la música de toda la película es
sincronizada por el propio Chaplin.
Chaplin tenía claro el
importante papel que la música tenía en sus películas y en su cine en general.
Tanto que incluso muchos años más tarde se propuso componer la música para sus
antiguos cortometrajes en asociación con el pianista, compositor y arreglista Eric James que conoció en 1956 tras
encargarle la grabación de un tema para su película A King in New York. Cansado de los añadidos musicales que usualmente se realizaban
por manos ajenas y de forma indiscriminada a sus primeros cortometrajes cómicos,
Chaplin invitó a Eric James a su casa de Suiza para transmitirle como músico no
académico la idea musical que quería que transcribiera. El proyecto fue terminado
en 1959 y se tituló The Chaplin Revue,
conteniendo música especialmente compuesta para diversos films como “A Dog’s Life”, “Soldier in Arms”, “The
Pilgrim”, “The Circus”, “The Kid”, “Sunnyside”, “ Pay Day”, “A Day’s Pleasure”.
De esa manera Chaplin se afirmó
en la concepción musical que tenía de su cine, pues rara vez los adaptadores
musicales comprendían lo que necesitaba su arte cuando éstos lo resumían
musicalmente en “música alegre” y el genio insistía en que no debía haber una
competencia entre la música y las escenas. Era necesario que la música fuera un
contrapunto de gracia y encanto para expresar el sentimiento sin el cual una
obra de arte es incompleta. En su autobiografía comenta irónico las ocasiones
en que un músico hablaba académicamente de los intervalos limitados de la
escala cromática y de la escala diatónica y él, simplemente le cortaba con una
observación de profano: “Lo importante es
la melodía; el resto es simple acompañamiento”. Gran observación de genio
que se corrobora en sus grandes melodías.